Aunque pilates sea una forma de ejercicio que resuena desde hace pocos años, lo cierto es que el método fue desarrollado a principios del siglo pasado.
Pensando en el método pilates como un postre, como el tiramisú o la tarta de queso, queremos contarte la historia del señor Pilates para que entiendas qué ingredientes utilizó, y porqué su receta es un éxito para trabajar cuerpo y mente.
Joseph H. Pilates nació en Alemania a finales del siglo XIX. Su papá era un atleta y gimnasta disciplinado (pensemos en el plinto, las espalderas y las colchonetas que llenaban los gimnasios de los coles de los que crecimos en los 90). Su mamá era naturista y practicaba yoga, dominaba campos como la filosofía oriental y la espiritualidad.
Por el contrario, él era un niño enfermizo. Asma, problemas de crecimiento, y enfermedades varias de la época lo tuvieron bastante tiempo en cama. Pilates descubrió que con ejercicio su salud mejoraba considerablemente. Así que bebió de los conocimientos de sus padres, y empezó a estudiar el cuerpo humano, el movimiento y la relación de el ejercicio con la enfermedad y la salud.
Pilates está obsesionado con el control de la mente y el cuerpo. Analiza la postura correcta, qué músculos están implicados, cómo fortalecer las deficiencias, la técnica del movimiento… y esto le lleva a encontrar de dónde sale la fuerza que controla todos los movimientos: el centro, core o powerhouse.
Es una zona del cuerpo comprendida entre las últimas costillas y la pelvis, que puede activarse tanto de manera consciente, como de manera refleja en ejercicios de inestabilidad, desde la cual la postura y el movimiento mejoran.
Explicado para mortales como nosotros, imaginemos el momentazo de la película Dirty Dancing, donde un fuerte, guapísimo y elástico Patrick Swayze eleva a la bailarina y la sujeta en el aire desde la cintura. Aunque cueste, pensemos en ella. Si llevara la barriga blanda, Patrick no encontraría apoyo para levantarla. Por contra, si corriera hacia él como un Orco de Moria, con todo el cuerpo en tensión y con el abdomen duro, atropellaría y aplastaría al pobre Patrick.
Es esa sensación de cintura de avispa, de punto de apoyo en la tripa, como cuando eras pequeño y querías que tu padre te elevara hasta el tarro de galletas encima de la nevera.
Por ahora tenemos cinco ingredientes:
Estalla la Primera Guerra Mundial, y llaman al señor Pilates a filas. Trabaja durante la guerra en un barracón de heridos, como los que salen en las películas, de filas de camillas, una al lado de la otra, con pacientes vendados y malheridos.
Allí empezó a desarrollar su método aplicado a la rehabilitación o recuperación de la salud y el movimiento con aparatos. Con los pacientes en sus camillas, y con los medios de los que disponía (muelles y poleas), creó un sistema de resistencias y asistencias para ayudar a los soldados a ejercitarse.
Las máquinas de Pilates nacen en este horrible lugar, para hacer un bien muy grande.
Termina la guerra, y Joseph y su mujer se instalan en Nueva York, para crear un estudio de Contrología (después se llamó Pilates). El centro contaba con las máquinas que desarrolló con los soldados, y algunas que incorporó después:
Imagino este centro en un loft de Nueva York, de esos de ladrillo visto, grandes ventanales y escalera metálica por fuera. Explico esto porque en el piso de arriba del estudio había una escuela de danza. El método terminó de desarrollarse con los bailarines que acudieron al centro de pilates buscando mejorar su control, fuerza y flexibilidad. Para ellos diseñó una máquina más, el Barril, que sirve para flexibilizar la columna y aumentar la elasticidad y el control del cuerpo.
Por lo tanto, ya tenemos los últimos ingredientes:
Como ya habrás pensado, realmente el señor Pilates no inventó nada. “Solamente” supo utilizar los ingredientes que la vida le puso en el camino, para crear una disciplina que se alimenta de otras, pero que en conjunto tiene sentido y, sobre todo, funciona.
Para terminar, sólo contarte que Pilates murió sin patentar su marca. Es decir, es como si el señor dueño de la Coca-Cola se hubiera muerto sin patentar. El tang sabor Cola, el flax sabor Cola, la Pepsi y cualquier cosa dulce y marrón con burbujas podría llamarse Coca-Cola. Y no es así, no sabría igual, y sobre todo, no sabrías cuál es la verdadera Coca-Cola.
Por un lado, es un problema. Porque cualquier tipo de ejercicio orientado al control y el estiramiento puede llamarse pilates. Impartido por cualquier profesional, o no, a cualquier personal, y a un número ilimitado de asistentes.
Por otro, nos viene bien. Porque el Pilates más purista es denso. Consiste en repetir y repetir una lista de ejercicios preestablecida, con el objetivo de controlar cada vez más el cuerpo en esa serie. Lo cual, o eres un perfeccionista disciplinadísimo, o se te hace bola al segundo mes.
En nuestro centro trabajamos todos los ingredientes de Pilates, en clases reducidas, impartidas por fisioterapeutas titulados, con una combinación de las mejores máquinas y accesorios del método.
Si quieres saber más sobre nuestras clases de Pilates, sigue leyendo el siguiente artículo de nuestro blog: ¿Qué Pilates es mejor, suelo o máquinas?
Si ya estás convencido, y quieres sentir en tu cuerpo los beneficios del Pilates, contacta con nosotros a través del siguiente enlace.